martes, 9 de marzo de 2010

POR TOCAS

Venid, adolescentes, que os voy a contar una historia: cuando yo tenía vuestra edad, mi padre, aunque no perteneciera al ejército, podía haber sido capitán general con mando en plaza, tales eran sus dotes de mando. Mi madre representaba el poder ejecutivo, y doy fe de que ejecutaba perfectamente, y nos inculcó que todo en la vida, bueno o malo, tiene consecuencias. Ambos debían comunicarse telepáticamente, ya que el tiempo no daba para otra cosa que no fuera trabajar y sacar la casa adelante; sin embargo entendían lo mismo, por lo mismo. Vamos, que si hubiesen ejercido de mentalistas, Anthony Blake se habría tenido que ganar la vida como sexador de pollos. Todo esto se traducía en una serie de normas que había que cumplir a rajatabla, que no costaba demasiado, y que a ellos les facilitaba la tarea de educarnos. Algo que hoy por hoy se hace difícil, no porque no existan, sino porque no hay voluntad de cumplirlas si no es a cambio de alguna recompensa. ¿No os parece justo que ahora pongamos las normas los padres? Eso, lo que dice Isabel Pantoja, "ahora me ha tocado a mí".

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