lunes, 5 de septiembre de 2011

PÁRROCOS A LA CARTA

Desempolvemos las lupas y pongamos a trabajar nuestro espíritu detectivesco, porque tenemos párroco nuevo. Nuestra altura de miras no da en la mayoría de los casos para ver en él a un representante de Dios; mejor dejamos la mirada ramplona y el detective que llevamos dentro se pone rápidamente al día, sobre todo de cualquier error que haya cometido, porque si de alguna vida nos creemos dueños y señores y con derecho a todo es la de nuestro párroco. Nadie es tratado con tanta severidad ni se critica con tanta amplitud, ¡y mira que tenemos todos cosas que mejorar! Pero nos reservamos la parte ancha del embudo, la viga de nuestro ojo se nos hace más llevadera y así no vemos nuestros defectos. Debemos considerarnos hijos amantísimos y respetuosos, padres responsables y en todo momento pendientes de nuestros hijos; feligreses cumplidores como cristianos; ciudadanos de conducta cívica e intachable. Si somos así, adelante, a criticar todos los errores de los demás, pero si tenemos que mejorar en tanto, dejemos esa actitud de perdonavidas, que nuestros párrocos no son de nuestra propiedad y también hacen mucho bueno a pesar de los errores que como humanos puedan cometer. No nos creamos en posesión de la verdad, seamos humildes y demos a cada persona su lugar. No tenemos ningún derecho a preparar billetes de vuelta porque muchos de nosotros mereceríamos ir en el mismo vagón.

viernes, 2 de septiembre de 2011

UNA VISITA FRUCTÍFERA

Me alegra mucho, como a todos los creyentes, que Su Santidad visite nuestro país. Los que pensamos que no solo de pan vive el hombre consideramos este hecho de extraordinaria importancia. Pero mira por dónde descubro que a los que están en contra también les ha servido de algo: han desarrollado su capacidad matemática hasta el punto de descubrir que con los gastos de la visita podrían haber cobrado 120.000 personas una ayuda de 426 € semanales. ¿Estos gastos son los únicos que sirven para pagar ayudas? Incorporemos estos otros: banquetes de miles de euros, prejubilaciones pagadas con el dinero destinado a los parados, teléfonos móviles usados a discreción, coches oficiales que en algunas ocasiones ni se usan, viajes al extranjero programados por nuestra clase política en función de su desconocimiento (no se puede perder la ocasión para hacer turismo), redecoración innecesaria de lugares a costa del bolsillo del sufrido contribuyente, ayuntamientos endeudados hasta el punto de no tener ni luz. Y esto, observando el triste panorama, sería la punta del iceberg. Con un canto me daría en los dientes por conocer el uso que se ha dado a mis impuestos; por saber quién se ha aprovechado o ha dilapidado lo que no es suyo. Sin embargo, los únicos gastos que se ven con claridad son los de la visita del Papa. ¿No habrá un trasfondo de envidia? ¡Cuánto darían por tener este poder de convocatoria!