jueves, 8 de julio de 2010

Quiero una Barbie

Quiero una Barbie; yo, un Madelman. Estas peticiones son normales en el tiempo que precede a la Navidad, a los Reyes Magos o a cualquier celebración en la que esperemos que nos hagan un regalo; sin embargo, vengo observando que estos son los gustos de nuestros adolescentes y jóvenes en cualquier época del año. Ellos las quieren físicamente perfectas como requisito indispensable para presumir delante de sus amigos ,pasando a un segundo plano cualquier valía en otro sentido. Ellas, por su parte, prefieren un torso musculado en un buen gimnasio y a ser posible dentro de un coche para lucirse ante las amigas. Tanto unos como otros se sienten desde muy temprana edad observados como maniquíes de un escaparate ,esperando que se les dé el visto bueno. No es de extrañar que sobre todo en nuestras niñas cada vez se den trastornos alimenticios con más frecuencia. ¿ Merece la pena ? Tener esa edad y un futuro por delante son sus mejores atributos; si no, al tiempo.

La educación,un riego por goteo

Poquito a poco, como los pasos de Semana Santa ; o por goteo ,porque eso es la educación , un riego por goteo : lento ,pero constante. Creo que visto lo visto ,algo está fallando y que nunca es tarde para rectificar.La experiencia me dice que no hay nada como prevenir. ¿ De qué manera ? Unas gotas de sentido común, aunque se diga que es el menos común de los sentidos; otras para diferenciar el bien del mal ; y por último, algunas que supriman el relativismo moral que está presente en nuestra sociedad y que un adolescente expresa con el manido"me da lo mismo . Empecemos los padres, sin prisas, pues tenemos por delante al menos quince años para invertir en la mejor inversión que son nuestros hijos. En el colegio no debemos intentar convertir a nuestros hijos en pequeñas enciclopedias, sino sentar unas sólidas bases de lecto-escritura, valores y hábitos de trabajo. "Sólo" con esto no se abrirían tantas ventanas por donde entra el fracaso escolar, que no es otra cosa que el fracaso del futuro. No esperemos a que el desorden venga a poner orden.