jueves, 22 de abril de 2010

NECESIDADES SURREALISTAS

Que la sociedad en general está "de rebajas", es evidente. No hace falta más que observar el vocabulario de los medios de comunicación: prevaricación, apropiación indebida (¡eufemismos al poder!) y la sempiterna violencia de género. Pero leer que una clínica ofrece el veinte por ciento de descuento en prácticas abortivas a jóvenes, es surrealista. Pues ya puestos, continuemos. Vamos a ofertar en los centros educativos vales de descuento. Así si nos quedan cuatro asignaturas, se pueden quedar en dos y no repetimos curso. Si conduciendo damos positivo, hacemos lo mismo y nos ahorramos la multa. Y así sucesivamente, a no ser que recuperemos la cordura y rebajemos la manida crispación, el ansia de poder y todo aquello que impregna el ambiente de cierto olor a podrido. Que algo está fallando, lo evidencia que el Tribunal Supremo y el Constitucional anden de acá para allá cuando deben ser dignos del máximo respeto. Sería deseable que llegásemos a un punto de inflexión y recuperásemos el sentido común. Lo mejor de todo es escuchar: "¡Es que estamos en el siglo XXI!"

viernes, 9 de abril de 2010

LAS MALDITAS ETIQUETAS

Nosotros somos, vosotros sois, y en medio, los etiquetadores de turno, los jueces supremos, los poseedores de la verdad absoluta que vienen a decirnos cómo debemos pensar y actuar. Los que nos acusan más o menos de fanáticos si nuestros hijos acuden a clase de Religión o por el contrario ven extraño que no lo hagan. Lo de menos es que hagamos de ellos personas respetuosas, útiles y coherentes; lo importante es que le coloquemos la etiqueta que a cada uno le parezca. Y la cultura no tiene valor en sí misma; el ser culto depende de si militas o eres simpatizante de uno u otro pensamiento político. Se trata de llenarnos el camino de direcciones obligatorias, mientras vamos predicando que no hay nada como ser libres. Comentando en una cadena de radio que Miguel Delibes había dicho que esperaba que Cristo al final cumpliera lo que le había prometido, alguien exclamó: "¡Qué valiente!". Valiente y libre, con la libertad que da ir ligero de equipaje, como dijo Antonio Machado. Libre, sin etiquetas, con la libertad que da la valía personal que al fin y al cabo es lo que cuenta. ¡De etiquetas, nada!